Una vez, un hombre pobre fue a la casa del Baal Shem Tov a pedir caridad. Todos sabían que el Baal Shem Tov siempre daba la misma cantidad: 18 monedas. A pesar de que no era rico, él nunca quería que una persona pobre se fuera de su casa con las manos vacías. No obstante, hombre en particular pidió cinco rublos; lo cual era bastante dinero para el Baal Shem Tov. Así que el sirviente del Baal Shem Tov le dijo: “No puedes recibir cinco rublos, es imposible”.
El hombre pobre contestó: “Yo fui rico en algún momento y, durante ese tiempo, les di dinero a todos. Ahora que no tengo nada de dinero, es su deber darme dinero de la forma en la que yo le daba a cada persona pobre que venía a mi casa a pedir caridad”. El sirviente dijo: “No puedo hacer eso porque hay reglas acerca de cuánto puedo dar”. En ese instante, el Baal Shem Tov se acercó a la puerta y preguntó que estaba ocurriendo. Cuando el sirviente le dijo, el Baal Shem Tov se volvió al mendigo y dijo: “En lugar de pedir cinco rublos, ¿por qué no me preguntas la razón por la cual Dios te quitó todo tu dinero?”.
El Baal Shem Tov le dijo al mendigo que se sentara. “¿Recuerdas cuando eras el hombre más rico de la ciudad, y en cada Yom Kipur solías dar tabaco a toda la congregación para ayudarlos con el ayuno? La última vez que hiciste esto, había un hombre que no sólo había ayunado en Yom Kipur sino durante todo el año; era tan pobre que no tenía nada que comer. Te dijiste a ti mismo que estaba por debajo de ti darle un poco de tabaco porque él era demasiado pobre y se veía terrible.
Sucedió que este hombre casi muere y, como consecuencia, hubo un gran clamor en el Cielo que resultó en un decreto de que todo tu dinero pasaría a aquel hombre. Hoy en día, él es rico y tú eres pobre”.
Cuando el mendigo preguntó cómo podía recuperar su dinero, el Baal Shem Tov dijo: “Si le pides un poco de tabaco al hombre que ahora es rico y él se rehúsa a dártelo, todo su dinero pasará a ser tuyo”. Así que el mendigo regresó a la ciudad y se paró junto al hombre rico durante sus oraciones y le dijo: “¡Dame un poco de tabaco!”. El hombre rico contestó: “Si estás pidiendo, es porque probablemente lo necesitas”, y le dio el tabaco. Después, el mendigo fue a la casa del hombre rico y tocó a su puerta. Cuando el hombre rico apareció y preguntó qué quería el mendigo, él le contestó que quería tabaco. El hombre rico respondió: “Si estás pidiendo, entonces lo necesitas”. De nuevo, le dio al mendigo un poco de tabaco. Esto sucedió una y otra vez en diferentes situaciones. Cada vez el hombre rico decía: “Si estás pidiendo, entonces debes necesitarlo”.
Tiempo después, llegó el día de la boda de la hija del hombre rico. Justamente cuando el hombre rico estaba disfrutando del baile padre-hija con la novia, el mendigo lo interrumpió diciendo: “¡Dame un poco de tabaco, por favor!”. Estaba seguro de que el hombre rico se rehusaría dado que estaba en medio de la boda, pero la respuesta del hombre rico fue la misma: “Si estás pidiendo, probablemente la necesitas”. El hombre pobre no podía creer lo que estaba escuchando y se desmayó. Cuando despertó, el hombre rico le preguntó por qué se había desmayado, y el mendigo dijo: “Tú no me recuerdas, pero yo solía ser el hombre más rico de la ciudad; y el Baal Shem Tov dijo que tuviste el mérito de recibir todo mi dinero”. El hombre rico dijo: “Si el Baal Shem Tov dice que el dinero es tuyo, te daré la mitad bajo una condición: nunca debes negarte a alguien que te pida que des. Debes recordar que cuando alguien pide algo de ti, no le estás haciendo un favor a nadie más que a ti mismo cuando compartes”.
La única forma de ver realmente la verdad es al realmente velar por las demás personas.
Observarlos cuidadosamente para ver qué les falta nos permitirá entender qué nos falta a nosotros mismos. Sólo al ayudarlos a hacer su corrección es que nosotros podemos corregirnos. De otro modo, seremos como Bileam e incluso los animales podrán ver con más claridad que nosotros.